Otra labor que estamos impulsando en nuestro estudio de arquitectura es la de describir con palabras aquellas sensaciones, preocupaciones, intereses, etc, que como arquitectos se presentan en el día a día, cuando se ve la televisión, cuando se escucha la radio, cuando se pasea por una ciudad, cuando se tiene una reunión o cuando se comparte un rato con unos amigos. en muchas de estas situaciones la arquitectura "juega" un papel quizá más importante de lo que pudiera parecer en un principio. En esta sección os quiero presentar una serie de pequeños artículos o ensayos sobre todas estas cuestiones para que podamos disfrutar de la arquitectura desde otra óptica.
ARTICULOS
Exposición de fotografía de Jose Manuel Ballester en la "Tabacalera":
"Bosques de Luz"
Madrid, martes 19 de febrero 2.013
Hacía mucho tiempo que no veía una exposición de fotografía tan “sugerente”, tan atractiva, tan sensitiva….; no sé por dónde empezar, si por el “continente” (el edificio de la Tabacalera, donde se muestra la exposición) ó si por el “contenido”. Tanto si comienzo por uno, o por el otro, estoy seguro que haría mal, porque los dos conceptos en este caso han de ir indisolublemente unidos, han de ir de la mano: no sería la misma exposición si fuera espacio, tampoco el edificio, el espacio donde se realiza la exposición, sería el mismo con otra exposición. Esto es como decir que de por sí forman una frase lingüística, sin especificar cuál sería el sujeto y cual el predicado. Pero sigamos…
El edificio de Tabacalera, con sus muros grafiteados, con la pintura desprendida, con manchas en el suelo, con la sensación de “edificio abandonado”, pero potencialmente con un uso artístico que ofrece múltiples variantes, es de por sí una garantía para estas exposiciones, que nos llevan casi a imaginarnos la llamada “cocina del artista”,…, ¿y si viéramos una retrospectiva de Tápies en un espacio así? ¿O de un Dubuffet? Informalismo, sobre informalismo,… ¡qué mas da! El espacio estoy seguro que “soportaría una exposición”, una y varias a la vez,…Sí, el edificio de Tabacalera, una arquitectura “no pensada” para este fin, pero que ofrece un continente para muestras artísticas casi “perfecto”, muy alejado de las paredes pintadas y hasta tapizadas o forradas con papel de los museos más convencionales del s. XX. Ahora es otra época, una nueva “derriba” del espacio arquitectónico, pero en el cual prácticamente ni se tocan los acabados,…., qué mas da si en el suelo, en una esquina hay un vaso de cristal con algo de líquido, una mancha de pintura, un trozo de ladrillo que se ha caído accidentalmente de la pared, o incluso algún que otro cristal roto. Todo eso y mucho más acompaña a un visitante atónito, que nada más entrar se queda boquiabierto con la primera obra expuesta en la gran sala de entrada. Y ahora ya sí, nos toca hablar (o escribir) sobre la muestra fotográfica (casi pictórica) de Jose Manuel Ballester.
La primera obra, ya decíamos, en la que se representa un espacio sin personajes pero perfectamente reconocido a través de una historia de quinientos años: es el espacio representado de la “Última cena”, de Leonardo, pero ahora, en la imagen fotográfica, no hay ni un sólo personaje, y sin embargo están todos presentes. Es un gran “guiño” que hace J.M. Ballester en toda esta exposición. Nunca veremos un personaje representado, no lo necesita. Sólo necesita fotografiar (o pintar; que casi diríamos que las fotografías son pinturas, o al contrario, pues si fueran pinturas, diríamos que se podría tratar de fotografías) espacios, luces, sombras, sensaciones de ese espacio, y aun colores, formas, composiciones de la realidad, pero en esa realidad no interesa la figura humana, pero sin embargo, la figura humana “habita” de manera real ese espacio, y esa figura humana somos nosotros mismos; como sucede por ejemplo con la preciosa fotografía del “Museo del Romanticismo”. En esa fotografía, si nos alejamos, nos situamos frente al espacio, casi como si de unas meninas velazqueñas se tratara, pero si nos acercamos a apenas unos centímetros, veremos un detallismo en cada fragmento de la fotografía que nos invita a coger la taza, el florero, a observar los cuadros de las paredes, la tapicería de las sillas, etc., ¡¡ hacía mucho tiempo que no tenía esa sensación de estar tan cerca de una obra de arte, casi como si el personaje no representado en la imagen fuera realmente yo!! Sí, por eso casi entiendo que no haya ninguna imagen - humana representada…, si es que no hace falta. Tampoco hacían falta en los cuadros metafísicos de De Chirico, sino maniquíes,…, ahora, ese maniquí somos nosotros mismos, pero inmersos en una realidad que no es metafísica, sino en una realidad – real y objetiva del “aquí y ahora”. Ese realismo no me cansaba, todo lo contrario, me hacía detenerme por minutos en cada fragmento, acercarme y alejarme, para comprobar ese fragmento en relación con otros, y entonces, alejarme…., y “sentir” el espacio.
Y podemos seguir mucho más,…, comentando aspectos del urbanismo, de la relación entre tres conceptos “ilusorios”. La arquitectura – la fotografía- la pintura. Pero casi hasta esto se queda pequeño.
Y podemos hablar de las luces y las sombras, del flujo de energía que discurre por cada uno de los “mecanos ingenieriles” o fabriles que J.M. Ballester fotografía, o del color amarillo, azul y rojo; de las simetrías existentes en aquellos espacios urbanos o de interiores., y del espacio aéreo y atmosférico de los paisajes.
Y podemos comentar las “sensaciones” arquitectónicas y pictóricas, todo un homenaje, a los cuadros de los primeros pintores “modernos”, de los pre-renacentistas, de un arquitectónico Paolo Ucello, de Fra Angélico, de Leonardo,.., podemos comentar sobre estas fotografías, y mucho más,…,. Pero mejor invitaros a todos los que podáis pasar a veros la exposición, porque lo merece; seguro que la gente saldrá encantada; yo por lo menos, lo hice; y hacía mucho tiempo que no me pasaba con una exposición de fotografía.
¿Cuándo podré repetir y volver a ver esta exposición que ofrece una y mil caras, y otras mil, y otras…?; espero que pronto.
"Campo I"
“Museo Suzhou 1”
“Arte urbano y el ejemplo dela calle Doctor Fourquet (Madrid)”
Madrid, miércoles 6 de febrero 2.013
Paralela a una de las vías más importantes de la capital, la calle Ronda de Atocha, se encuentra, ya en el barrio de Lavapiés, la calle del Doctor Fourquet; una pequeña calle que casi por sí sola, no nos diría nada; si embargo, en estos últimos meses, asistimos a una “transformación artística de la calle”.
La calle del doctor Fourquet debe su nombre al recuerdo del médico Juan Fourquet y Muñoz (1807-1865), médico que estudió en el cercano Colegio de Medicina de San Carlos y que fue el inventor de un aparato para la destrucción de los cálculos urinarios. Obtuvo el grado de doctor en 1846, y al año siguiente una de las cátedras de anatomía del Colegio, convertido ya en Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid. A partir de entonces, vivió como un asceta, consagrado a la tarea de escribir un tratado de anatomía descriptiva basado en su propia experiencia disectiva, en lugar de limitarse a la mera traducción o adaptación de obras extranjeras, como era habitual en España de la época. Murió precozmente, víctima de la tuberculosis pulmonar, sin haber terminado su labor. (1,2)
El Diario “ABC”, el día 7 de Septiembre, ya se hizo eco de esta transformación artística de la calle del Doctor Fourquet, como si el “arte de vanguardia de las últimas galerías ” se quisiera mostrar de forma paralela al arte que se expone a través del Eje de Ronda de Atocha, Paseo de Atocha y Recoletos. Los cercanos edificios de la “antigua Tabacalera”, la cercana “Casa Encendida” o el propio Museo Reina Sofía parecen proteger, humanizar y urbanizar el arte a través de estos pequeños focos (o galerías) que se van sucediendo a través de la calle Doctor Fourquet.
Es sólo un ejemplo de tantos que nos vamos encontrando a lo largo de la calle y que cada vez más contribuyen a la decoración de los nuevos locales o estudios que se van abriendo en la calle, como si dicha pintura de alguna manera contribuyera al devenir del uso del local y la presencia de ésta asociada a tal o cual fachada contribuyera a ello, y efectivamente así debe de ser. El arte como vehiculo que contribuye a una mejora de la calidad de vida del local, de la calle, del medio urbano.
Las calles adyacentes se irán transformando, se irán convirtiendo en un gran muro urbano como soporte para poder expresar plásticamente, unas veces con fines comerciales otras estéticos,,otras reivindicativos, pero la expresión, como lenguaje artístico, como lenguaje a través del cual el ciudadano se expresa, nos parece un acierto, y mucho más, si mejora la calidad de vida (y sorprende, positivamente) de las calles de las ciudades, siempre tan duras, tan distantes, tan grises y tan impersonales.
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Bibliografía:
(1) “Los nombres de las calles de Madrid”, de Mª Isabel Gea Ortigas, ediciones “la Librería”; 2.001
(2) Ver enlace: http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=fourquet-munnoz-juan
“Dos artistas abulenses en Madrid: Eugenio López Berrón
y Luciano Díaz Castilla”
Madrid, jueves 29 de noviembre de 2.012
Estas semanas de atrás han coincidido en diferentes actos u homenajes dos artistas abulenses, conocidos, viejos amigos, unidos por una ciudad, la ciudad amurallada de Ávila, seguramente por un mismo fin, el de tocar la “fama artística” y el objetivo de buscarse un hueco en la historia más allá de un localismo abulense o regionalista: dos muy buenos artistas, figurativo uno, expresionista y colorista el segundo, manteniendo también una línea figurativa , menos academicista y más poética o literaria, que no lingüística. Ambos representan una manera diferente de ver el arte, en este caso la pintura en su faceta más tradicional, la de “pintor de caballete”, de paisaje, sea éste urbano o paisaje de la naturaleza.
En estos meses de octubre y noviembre, Eugenio López Berrón ha expuesto en la galería de Caja de Murcia una colección de cuadros como homenaje a la Gran Vía madrileña. Vistas de la calle más emblemática del Madrid del s. XX, vistas arquitectónicas que nos hablan de una arquitectura por la que se pasea como si el ojo del artista y el del espectador recorrieran cada uno de los planos de las fachadas de los edificios con una cámara de video, parándose en cada detalle, en los ritmos de los huecos, en las texturas de los planos tratados por la rigurosa espátula del artista. El ojo del espectador, por ejemplo, en un maravilloso cuadro de la Plaza de Callao, se detiene en el plano vertical del contemporáneo edificio de la FNAC (antiguo Galerías Preciados) del gran arquitecto Luis Gutiérrez Soto, y que en su día fue el primer edificio de Madrid concebido como un gran almacén, muy limpio en forma y textura, racionalista. Planos naranjas que “juegan” con el amarillo y cilíndrico del edificio del cine Callao, también del mismo arquitecto, construido unos quince años antes, de pureza lineal y gran proporción armónica. Pues bien, en este cuadro de E. López Berrón la vista se desliza por cada uno de los planos, se acerca, se aleja, casi revolotea manteniéndose a una ligera distancia de cada elemento arquitectónico, como temerosa (la vista) de acercarse demasiado...
Así, se muestran varios cuadros de la Gran Vía donde los protagonistas son los propios edificios, a veces, en un ambiente entre parisino (el Paris del post modernismo lautreniano) y madrileño, de atardecer, donde la gente pasea, va y viene, de forma impersonal, con prisas, bajo las imaginarias luces amarillentas de las farolas. Otros, bajo la incesante lluvia de un Madrid otoñal, prenavideño, o bien, cruzando por un paso de cebra, mientras un coche se detiene. Y todo, siempre, acompañado de los edificios como el de “La Adriática”, el de la Unión y el Fénix Español, el gran edificio Capitol de Luis Martínez – Feduchi y Vicente Eced, entre racional y expresionista.
Este abulense, nacido en la Ávila de posguerra, lleva años pintando y afincado en Madrid, observando desde las cubiertas de Madrid, desde las alturas, cualquier detalle que merece ser contado, o pintado, o incluso imaginado,…; ¿qué mas da si de repente se inventa un cartel luminoso en una fachada donde nunca ha existido, o aprovecha el diseño de una farola, para que ilumine una marquesina de un edificio si al final la mezcla de todos esos elementos sigue dando como resultado una vista reconocida y muy reconocida, de la Gran Vía?
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Vista de la Plaza de Callao de E. López Berrón |
Coincidente también en el tiempo, un amigo suyo, otro abulense generacional, sólo nacido un año antes en la pequeña localidad de El Soto (arrabal de la aristocrática Piedrahita, Ávila) y también acabado el conflicto bélico, estos días ha estado en Madrid, en esta ocasión invitado por el grupo de tertulia “Peñaltar” (Hogar de Ávila) y a escasos cien metros de la galería de Caja de Murcia, ha estado Luciano Díaz – Castilla. Conocida su relación con el marchante que en su día fue Agustín Rodríguez Sahagún y con Benjamín Palencia en los años en que éste último estuvo viviendo en la cercana localidad de Piedrahita a Villafranca de la Sierra, ambos personajes y la relación con ellos, parecen haberle marcado en su primer recorrido dentro de las artes. En esta ocasión, Díaz-Castilla, sólo fue el artista homenajeado en una noche de tertulia sobre su pintura, sus diversas etapas, sus grabados o sus dibujos. Personalmente me quedo con la diferencia de su pintura con respecto a la de su amigo Eugenio: ahora no hay edificios, no hay perspectivas, no hay sólidas arquitecturas, sino una pradera donde descansan las vacas o los burros, dónde hay chopos que atemorizan o suavizan la márgenes del pequeño, pero querido río Corneja; donde hay rostros expresivos de campesinos que duermen la siesta, descansan junto al heno, o están sentados en muros de piedra. Hay amarillos verticales, como los que se ven cuando uno desciende el puerto de Villatoro para acercarse a este histórico Valle del Corneja y que Luciano lleva pintando durante toda su vida; nació en el Soto, y allí sigue, junto a su familia, junto a sus vecinos, junto a los piedrahitenses que le saludan al verle pasar a la hora del vermú en un martes de mercadillo.
Estos dos artistas han coincidido en un mismo sitio, en un mismo espacio y tiempo madrileño, y los dos me han traído recuerdos maravillosos de los dos espacios entre los que vivo: el Madrid céntrico, rápido y bullicioso de mi vida diaria y el valle del Corneja, calmado y tranquilo,enamorado …
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Tertulia celebrada el 25 de octubre de 2012 en el Hogar de Avila , Madrid, siendo el artista homenajeado Luciano Díaz Castilla |
“La cubierta del edificio del Círculo de Bellas Artes”
Madrid, sábado 17 de noviembre de 2.012
Sábado por la tarde; un grupo de personas nos apuntamos a hacer lo que llamamos “Jornadas culturales” por Madrid, todo ello organizado por la Asociación Cultural “Amigos de Mesegar”, de la que formo parte. La idea era visitar un edificio representativo de Madrid, y más que un edificio representativo (que lo es), era visitar una cubierta, un azotea, que permitiera visualizar Madrid, comprender la silueta de Madrid, configurada ésta a partir de determinados elementos o edificios en altura, que funcionan como hitos, como referencias arquitectónicas visuales. A partir de esta imagen, y trasladándonos en el espacio y en el tiempo, la segunda parte de esta “jornada cultural”, era la de visitar la gran exposición que en estos días se puede visitar en Madrid, la de “Torres y rascacielos, de Babel a Dubai”, que se expone en el edificio del “Caixa – Forum”; obra arquitectónica también muy representativa del Madrid de estos últimos años, de los arquitectos suizos Herzog & Meuron.
El edificio elegido tenía que ser uno que reuniera estas connotaciones de “edificio en altura” que nos permitiera obtener una vista inmejorable de Madrid, en un atardecer otoñal, donde la entrada de los rayos de sol entre las nubes ofreciera “bancos de luz” sobre determinadas zonas de la ciudad: el Círculo de Bellas Artes, uno de los edificios más emblemáticos e icónicos de Madrid, situado en la C/ Alcalá.
De cara a esta “jornada cultural”, ya teníamos todos los “ingredientes arquitectónicos”: el edificio emblemático en altura que permitiera acceder a la cubierta ó azotea del mismo para poder observar otros edificios, y por otra parte, una exposición temporal que nos hablara de esa “altitud edificatoria”, del porqué el hombre, en su naturaleza ilimitada de la creación, se plantea continuamente y a lo largo de toda su historia, el “construir en altura”, buscando siempre el límite de las leyes de la física gravitatoria, el límite de la tecnología y el límite de unos materiales necesarios para llevar a cabo estos proyectos. Incluso, si sólo son proyectos y no requieren de la fisicidad de la materia, el límite queda casi impuesto por una utopía que cada vez tiene menos de irrealidad y mucho más de imagen icónica e ilimitada que supera cualquier ley física y mecánica. Si el proyecto sólo requiere de una imagen, ese proyecto existe y puede existir constructivamente. Da igual los límites en altura, en escala, en dimensionado estructural, la cuestión es que esa imagen es tan sumamente potente, actuando como un contenedor enorme donde una torre ó un rascacielos, ya pudiera incluir en su interior otra torre, y ésta, otra torre, y así, hasta lo ilimitado de la capacidad visual del arquitecto proyectista, o ya no del arquitecto, sino del técnico – artista visualizador de una futuro ilimitado y tecnológico.
Dejando a un lado lo ilimitado de cualquier propuesta en altura, volvamos al recorrido que se realizó en esta “jornada cultural”, comenzada en el Círculo de Bellas Artes. Edificio de un arquitecto, Antonio Palacios, ecléctico en la forma, pero funcional en el programa presentado y del que en Madrid se conservan otros ejemplos de esta arquitectura de principios del s. XX, como el Palacio de Telecomunicaciones de Madrid (actualmente sede del Ayuntamiento de Madrid), el Hospital de Jornaleros de Maudes y la Casa de las Cariátides (sede central del Instituto Cervantes).
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Fotografía del arquitecto Antonio Palacios |
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Vista del edificio "Metrópolis" en C/ Alcalá 39 c/v C/ Caballero de Gracia 40 |
“La Fundación de Alejandro de la Sota”
Curiosidades y referencias plásticas
Madrid, lunes 22 de octubre de 2.012”
Casi sin saberlo, por azar del destino, el video que no hace muchos días visualizamos en una de las jornadas de la Semana de la Arquitectura organizada por el Colegio de Arquitectos de Madrid, en conmemoración al 50 Aniversario de la construcción del Colegio Maravillas de D. Alejandro de la Sota, me llevó a una página web que no conocía hasta ese momento: www.alejandrodelasota.org; y de ahí, a la existencia de la Fundación Alejandro de la Sota, de la que apenas había oído hablar.
Me puse en contacto con la Fundación, para solicitar un breve encuentro con el gerente, director/-a de la Fundación y comentar algunos aspectos de la obra de D. Alejandro; o sobre todo, de conocer lo que fue su propio estudio de arquitectura en la C/ Bretón de los Herreros nº 66, hoy, convertido en la Fundación que lleva su nombre. Me atendió la Srta. Teresa, quien trabajó con D. Alejandro de la Sota, durante ocho años, si no recuerdo mal. El estudio está situado en el sótano del inmueble, según se accede por un pasillo que está al fondo del portal, a mano derecha; se descienden unas escaleras con meseta semicircular y pronto uno se da cuenta de que se adentra en un espacio “tocado por las hadas de la inspiración” o lo que viene a ser lo mismo, uno se adentra en un estudio donde la idea que subyace es el trabajo artesanal y el buen oficio de los arquitectos grandes.
En el estudio ó en la Fundación he quedado con Teresa, quien gestiona, dirige y coordina la labor que se está llevando a cabo desde la Fundación; en apenas unos minutos me enseña los espacios, me comenta algunos aspectos de la obra de Alejandro de la Sota y algunas de las piezas de mobiliario diseñadas por él mismo y que se pueden ver en el pasillo de la Fundación: las sillas tumbona “A” , la silla tumbona “B” y la mesa plegable. “¿A quien me recuerda la ligereza y fragilidad de las estructuras de estas sillas? “.
Parece como si las sillas, la estructura de las mismas estuvieran dibujadas sin más en el espacio: dos gestos, uno el del asiento, uno el del respaldo, que luego se “giran”, se “pliegan” ó se “solapan”, pero en el fondo son dos trazos en un mismo dibujo hechos en el aire, o dos trazos que se marcan con lápiz de grafito ó de carboncillo sobre un papel , casi como si se tratar de la infusión de un buril sobre una plancha ….; son dos gestos, dos acciones gestuales, casi expresionistas, pero están realizadas con una precisión racional sublime.
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Vista de la Fundación Alejandro de la Sota |
Del pasillo pasamos a lo que fueron las salas de trabajo: maquetas, libros, cajas, planos, dibujos sueltos, dibujos enmarcados; una inmensa cantidad de obra arquitectónica donde uno se detendría horas y horas, días, semanas,…, o toda una vida, como la que pasó D. Alejandro en su estudio. La cantidad de planos, dibujos, croquis, parece abrumarme, la mirada tan pronto se detiene en una caja de archivo donde en el lomo se lee el nombre de tal proyecto, o se dirige a una fotografía suya, o a un pequeño catálogo de la obra plástica de su hermano o una litografía que muestra el diseño de un escudo realizado por otro gran arquitecto y pintor, Juan Navarro Baldeweg.
Dibujos, dibujos, y más dibujos de secciones de edificios donde a los trazos con grafito de la “idea del proyecto”, se superponen otros colores que simulan las escaleras o rampas ó entrada de luz. O fotografías, multitud de fotografías realizadas por el propio Alejandro de la Sota de sus propias obras: fotografías de detalles, de espacios, de personas que habitan sus edificios; fotografías de luces y fotografías de sombras, de detalles constructivos y de estructura, pero todo con una racionalidad y una precisión meridiana.
Pero todos estos espacios que recorro junto con Teresa tienen otra peculiaridad: el olor. El olor que parece conservarse entre los viejos ficheros, o entre los viejos planos, en las cajas, en las maquetas. Es un olor a arquitectura de color marrón, acartonado, pero agradable.
Los detalles de la escala, de las dimensiones que usaba D. Alejandro de la Sota se observa en el espacio de la Fundación; como era de esperar, las dimensiones de los huecos son también “dibujos” hechos con un lápiz sobre la pared, que luego parecen recortarse para convertirse en “huecos de paso” en el mismo instante en que son atravesados por 1ª vez por un hombre, pero hasta ese momento, son sólo dibujos en la pared.
Por último, con una menguada luz, nos detenemos en la salita específica de D. Alejandro, sonde solía recibir las visitas, o donde se sentaba para ojeas u hojear en su biblioteca,…; echamos un vistazo a sus viejos libros: estanterías repletas de libros de urbanismo y de arquitectura. Libros, revistas, documentos, catálogos, alguna colección específica sobre “arquitectura popular” y muchos de los “clásicos”
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Estudio de Alejandro de la Sota |
Al acabar de ojear y de retirar alguno de los libros, para simplemente ver la portada de alguno de ellos, nos detenemos en algunos ejemplares de artistas plásticos, no muchos. Nos llama la atención lo cuidado de esta selección de artistas plásticos, como si hubieran sido seleccionados por él mismo. Algunos ejemplares de catálogos de Basterrechea, de Ángel Ferrant, de Miró, de Pérez Villalta ó del artista cinético Vasarely. Apenas son cinco artistas, pero quizá suficientes para ver una posible referencia inconsciente, no directa, un posible intercambio de ideas no justificadas en la propia obra del arquitecto. Un remoto intercambio de ideas que por caminos diferentes convergen en el mismo punto: la importancia del dibujo y la sutilidad de los “resultados”, sean arquitectónicos, pictóricos o escultóricos.
Pensaba encontrar en esta biblioteca un conjunto inmenso de artistas plásticos, por l o menos españoles, desde los catálogos de un Picasso, un Dalí, los clásicos del S. XVII, o los contemporáneos del Grupo El Paso, que tanto colaboraron con arquitectos de aquella generación, o los más contemporáneos de la Nueva Figuración Madrileña de los años 70. Sólo encontramos a Pérez Villalta.
Seguramente le interesó la poesía pictórica y visual de Joan Miró, las instalaciones ó móviles de Calder o las estructuras pictóricas de un P. Klee (un pintor que le entusiasmaba según nos contó Teresa); de todos ellos puede tener ciertas referencias “no directas”, con su obra arquitectónica; seguramente,.., sí, al acercarse a esa perfección “clásica” de las cosas bien acabadas, en equilibrio, en “contacto” de unos materiales con otros, de unos colores con otros, o en la dialéctica del espectador con la obra; quizá la fachada del Gimnasio Maravillas, tenga algo de cubista, de racionalista, de “figurativo”,…., seguramente tenga todas estas cosas….
Pero de todos ellos, quizá hay que detenerse en dos: Basterrechea, con quien colaboró en la Embajada de Paris, y quien diseñó el zócalo de la embajada, y en Ángel Ferrant,…., por la ligereza, los traslúcido, lo móvil, lo sensible, lo delicado que parecen sus esculturas,…; y esa delicadeza o digamos mejor, sutileza, es la que se percibe en las obras de D. Alejandro.
Curiosidades de estas referencias. Basterrechea – nos cuenta Teresa-, visitó varias veces el estudio de D. Alejandro, y de Ferrant, se conserva una obra, colección privada de su viuda.
Son curiosidades de esta vista a la Fundación que me resultaron sumamente atractivas.
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Estudio de Alejandro de la Sota |
"Arquitectura y publicidad”
El anuncio de “Ausonia Sensitive”, grabado en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Ávila”.
Madrid, sábado 13 de octubre de 2.012
Hay arquitecturas que van asociadas a los anuncios, o viceversa. Arquitecturas de imagen o planos de arquitectura que se recorren en apenas unos segundos. Uno de estos anuncios es el que hasta no hace mucho se ha podido ver en las televisiones, el de “Ausonia Sensitive”, grabado en la explanada del Palacio de Congresos y Exposiciones de Ávila, conocido como “Lienzo Norte” y obra del gran arquitecto Patxi Mangado.
Una arquitectura cada vez más conocida gracias a spots publicitarios como el de “Peugeot” , “Wella”, “SEAT”, “Hyundai” ó “Repsol”; pero me interesa detenerme en el anuncio de “Ausonia Sensitive” por toda una serie de connotaciones arquitectónicas tiene, que no sólo hacen referencia a una imagen potente teniendo como escenario el propio edificio de Mangado.
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Fotograma del anuncio "El abrazo perfecto" |
Mientras los personajes se van acercando, aparecen líneas verticales rectas, que son las carpinterías de la fachada, que facilitan esta cadencia en el ritmo, en el andar…; y de repente, este plano ha desaparecido (¿lo ha atravesado el personaje masculino del anuncio?) y el espacio deja de existir como tal, la arquitectura ha dejado de cumplir su “papel”. Ahora ya sólo hay un espacio atemporal y unitario que es el del abrazo de los dos personajes: no hay tiempo y no hay espacio, sólo hay un único plano pictórico y atemporal.
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Fotograma del anuncio "El abrazo perfecto" |
“Educación arquitectónica".
Madrid, viernes 5 de octubre de 2.012”